Esta es la historia que está escribiendo nuestro compañero @KokeKitsune (thank you very much) junto a su mujer y trata sobre los clanes Sessho-Sekki y Tsutsujiba. Él lo está escribiendo en inglés, pero es tan interesante que he decidido traducirlo para que la comunidad hispana también pueda disfrutarlo.
Cada uno de ellos escribe sobre uno de los clanes y van construyendo la historia y desde sus propios puntos de vista, por lo que el resultado está siendo un proyecto precioso y muy real, ya que son dos personalidades enfrentandose en la ficción para crear un relato conjunto.
Poco a poco iré añadiendo capítulos. Espero que os guste tanto como a mi.
Índice
- Mapa de la región
- Un Recipiento Roto
- Un Carcaj Vacío
- Nieve racheada
- Cálida Bienvenida
- Pesada carga
- Hilo Suelto
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Capítulo 1 Un Recipiente Roto
Sessho-seki Hitoshi colocó suavemente su pincel de caligrafía al lado de la misiva que acababa de componer. La taza de sake junto al papel brilló a la vez que la brisa entraba en la habitación semiabierta. Arrodillado frente a la mesa baja y mirando a su cuidado jardín, Hitoshi había estado disfrutando de la aparición de los colores otoñales en los arces. Su respiración se detuvo brevemente cuando por fin se disponía a hablar. Después de un momento se recompuso y se volvió hacia los intrusos que se hallaban en habitación.
"Repite lo que acabas de decir". Las palabras salieron suavemente. Hitoshi no miraba a los dos hombres arrodillados. Sus ojos se deslizaron hacia el pasillo oscuro desde el cual el hombre había venido, la luz que aparentemente terminaba abruptamente desde esta habitación y se convertía en una fría oscuridad.
"Daimyo," tartamudeó el primer hombre. "Es... es como dije". Los ojos de Hitoshi se movieron hacia el hombre. Era joven, demasiado joven. Si, tras pensarlo un poco, lo reconoció como Nobuo, el hijo de Tadao, uno de sus vasallos y el hombre a la derecha del chico. Viendo el rostro pálido de sus vasallos, Hitoshi reconoció que el chico realmente estaba diciendo la verdad.
"Tu hijo, él está muerto".
*
"Hermana, ¡vete! No tengo tiempo para tus pequeñas disputas o cualquier cosa trivial que quieras presentarme hoy. Padre me ha pedido que revise las cuentas de koku para el año". Umeko hacía muecas detrás de su hermano, olvidando el pergamino enrollado que sostenía en sus manos debido a la brusca despedida de su éste.
"Sin embargo, esperas tomar las riendas de este feudo siendo como eres tan grosero, querido hermano". Ella hizo una mueca mientras miraba ceñuda a la forma alta y ágil de su hermano Kade. "Si hablas así, ninguna mujer será tuya y el nombre de las familias caerá en descrédito".
Kade suspiró y se llevó la mano a la frente. "Sólo dime por qué estás aquí, Ume". Obtuvo una mueca de su hermana como siempre, odiaba que la trataran como a una tonta. Empujando su mano hacia adelante, ella le mostró el el rollo.
"Esto, es de uno de mis informantes de la ciudad. Parece que Masaru está finalmente haciendo algunas incursiones con los nobles allí". Ella movió la cabeza hacia un lado mientras tomaba el rollo que le ofrecían antes de murmurar. "Nada que le interese a padre".
Kade desenrolló el pergamino y sacó con delicadeza la carta que contenía. La escritura era lo suficientemente familiar como para poder identificarlo fácilmente como la de su hermano Masaru. Las cosas progresaban sin problemas, incluso en estos tiempos difíciles. Sintiendo la presión sobre sus sienes, Kade miró a su hermana. "Mis disculpas, Umeko, ha sido una larga semana". Umeko refunfuñando todavía apartaba la vista de él.
"Quiero que sepas que no tuve nada que ver con ese asunto con Hisao y eso, mujer". Umeko visiblemente se estremeció mientras se disponía a hablar, Kade levantó su mano para detenerla.
"Nunca sospeché nada, hermana y todo ha sido tratado de la manera más silenciosa posible, lo último que necesitamos es que el padre se entere de las malas conductas de sus hijos". Umeko miró a Kade visiblemente molesta. "Sí, hermana, soy consciente de que fue más que una equivocación, pero hemos pagado a la familia y el cuerpo regresó a ellos. Dios quiera que haya sido un error honesto por parte de Hisao". Kade sintió como su rostro cambiaba para ocultar sus emociones sobre el tema, mejor que Umeko no supiera la verdad. Ella siempre había tenido una debilidad por su hermanito Hisao y saber que él era un asesino y, lo que es peor, que es alguien que disfrutara de ello, le rompería el corazón. Kade volvió a mirar los fardos de arroz. "Ahora vete antes de que te ponga a trabajar conmigo en las cuentas". La escuchó salir con gracia de la habitación y sintió que la presión en su cabeza regresaba con venganza.
*
La mano de Hisao tembló mientras la miraba, no había dormido durante días, o al menos así se sentía. Había habido tanta sangre. ¿Por qué ella le había empujado a eso? Hisao se acurrucó fuertemente en el piso de su habitación. Una nueva habitación, ya que lo habían alejado del anterior, la que tenía el suelo de Tatami manchado. Sus manos encontraron su cara nuevamente rascándose impacientemente en sus mejillas.
"Hermano." Ella había vuelto con su voz fría e imperiosa. Era hermosa, con el cabello recogido de manera adornada y su rostro delicado como un copo de nieve. "Levántate del suelo". Hisao todavía estaba acurrucado allí, mirando a Umeko con los dedos ociosamente rascándose la cara. Marcas rojas seguían su rastro sin llegar a atravesar completamente la piel.
"Hermano", ella estaba más tranquila esta vez. Inclinándose, ella le puso la mano en el hombro. "Se lo merecía. Te miró a la cara y era solo una hija de granjeros. Acabas de enseñarle una lección, eso es todo". Su rostro no se había movido en absoluto. Ella era de hielo, bellamente frágil por fuera pero fuerte, como si cuando tuviera poder sobre ti pudiera aplastarte a su voluntad. Hisao cerró los ojos deseando no ver a la pobre campesina ni la imagen cada una de las heridas que él le había causado.
*
"Muerto", la palabra colgaba como veneno en el aire.
"Cómo." Hitoshi dijo con calma.
"Fue derrotado Daimyo". Las cejas de Hitoshi se afilaron.
"Por quién."
"Un heredero al trono Señor". el chico parecía enfermo. Su padre parecía estar cerca de la muerte. Hitoshi apretó su puño en su regazo y la ira comenzó a pasar sobre él.
"Daimyo, te ofrezco mi vida a cambio de que mis muchachos no protegieron a tu hijo". Tadao estaba inclinado con la cabeza hacia el suelo, su hijo, temblando visiblemente, extendía una mano hacia la boca de su padre, que se abría y cerraba sin emitir palabra.
"Ignoraré tus palabras, Tadao. Muchacho, cuéntame rápidamente lo que todavía no me has contado. ¿Cuál de mis hijos está muerto?" Hitoshi habló enérgicamente pero aún silenciosamente dejó que la rabia creciera.
"Señor, Masaru…. era Masaru, lo siento señor". El chico se arrodilló hacia delante y tocó el suelo con la cabeza. "Debió haber dicho algo para ofender al hombre y, antes de darme cuenta, en el medio de la calle lo abatieron y me secuestraron. La única razón por la que vivo, señor, es para traerte esta noticia; de lo contrario, estaría en el matadero. El cuerpo de tu hijo yace en la ciudad esperándote, señor. Hitoshi regresó a su escritorio. El pincel y el papel seguían ahí, sobre la mesa, un punto de tinta que había sangrado del pincel. El sake llamó su atención de nuevo. Afuera en el jardín, una estática grulla miraba como el viento hacía susurrar las enrojecidas hojas.
"Mi hijo". Las palabras fueron poco más que un susurro. Hitoshi extendió su mano hacia la mesa. El mundo giraba alrededor suya. De repente, rugió de angustia. Lanzando los objetos fuera de la mesa se puso de pie y se volvió hacia los dos hombres inclinados. El pincel rodó por el suelo dejando una línea oscura y la copa de sake se hizo añicos al golpear la viga de madera en la pared. Un delicado tintineo y el aroma del sake llenó el aire. "¿Por qué estaba en la ciudad?" Una ardiente rabia consumía a Hitosh. El problema no había llegado a ellos, su hijo había traído el problema incluso a este remanso alejado de paz, donde él había pensado que su familia estaba a salvo de todos los problemas del mundo. Gritando incoherentemente otra vez, sacó su wazikashi de su cinturón. Los dos hombres se inclinaron para alejarse de su rabia, los gritos habían atraído a sus criados desde fuera de la puerta y ver las espadas al aire dibujó la confusión también en sus rostros.
"¡Traed, Kade!" Él les gritó. "¡Traed aquí, Kade, ahora!"
*
El agua que pasaba a través de los puntales del ornamentado puente hacia el santuario brillaba alegremente debajo de Fumiko. Su túnica roja y blanca era atrapada y arrastrada suavemente por la brisa. Su madre estaba de pie junto a ella mirando la tranquila escena.
"Kade dice que ha enviado a Masaru a la ciudad". Las palabras de Fumiko eran una pregunta hacia su madre.
"Sí, bueno, tenemos que seguir haciendo amigos incluso en estos tiempos, querida. Los clanes Nobles tienen que comer tanto como cualquier otro". Fumiko lanzó un suspiro a su madre y se volvió hacia el río. "Además, todos necesitan encontrar novia pronto. Esa es la verdadera razón Fumiko". Fumiko asintió sabiamente, sabía que no todos estaban destinados a vivir solos como ella.
"Bien, me alegro que lo entiendas, mamá, comencé a hacerme preguntas. Especialmente por Kade". La postura de su madre cambió al ver que sus temores eran ciertos. "No estás buscando una esposa para Kade ¿verdad?".
"Es un hijo obediente y un maestro burócrata. Pero él no es un líder. Le confiaría la organización de mi corte pero nunca le dejaría al cargo. El muchacho no tiene pasión." Su mano se asió del puente. "Masaru será el heredero y es solamente cuestión de tiempo que tu padre lo vea así". Fumiko, apartándose de su madre consciente de que su posición en el santuario la colocaba en igualdad con su madre, decidió ejercer su autoridad por primera vez. Mirando por encima del hombro a su madre, ella mostró sus su rostro de la manera más seria que pudo.
"Ten cuidado con los hilos que quemas Kyoko. Uno de ellos puede llevarte a una túnica de seda que no sabías que tenías". Fumiko se alejó de su madre hacia el segundo Torii que hacía de linde del santuario.
Kade se arrodilló en el frío suelo asimilando las noticias.
"No podemos decírselo a mamá". Kade habló bruscamente, para rápidamente silenciarse y maldiciendo internamente por su arrebato.
"¿Por qué crees que te llamé a ti en lugar de a ella?" Su padre hablaba con voz ronca por los gritos que había hecho. "Tu madre tenía grandes esperanzas en él". Kade asintió, siendo incluso más consciente que su padre de lo él acababa de decir.
"No puedo ir a la ciudad, donde uno de los nuestros ya ha sido derribado, lo que seguramente es un cebo para derrotar a nuestro clan uno por uno". Su padre asintió en silencio. "Necesitamos alguien independiente pero en el que podamos confiar para que traiga el cuerpo de Masaru de vuelta". Kade tamborileaba con los dedos en el suelo.
"¿De verdad eres tan cobarde Kade?" La cara de Hitoshi había envejecido por muchos años en el transcurso de un día. El hombre abatido que posaba frente a Kade no era el hombre que había llegado a conocer como su padre. "Si mi hermano hubiera muerto por la espada y no por el caballo errante de un caballo, hubiera movido a los dioses a la piedra para vengarlo", la voz de Hitoshi graznó. La pena no era propia de su padre, pero tampoco este aparente deseo de que Kade terminara su vida de manera violenta. Kade abrió la boca para responder, pero Hitoshi lo fulminó con la mirada y sintió que la reprobación moría en sus labios.
"Como pensé. Siempre el burócrata. Lloro por este clan cuando estés al cargo". Hitoshi se puso de pie y caminó hacia la puerta corredera que conducía al jardín. "La independiente que estás buscando es tu hermana que está en el santuario. Si no enfrentas este mal, entonces ella lo hará". Hitoshi volteó hacia Kade con una expresión de dolor fugaz en su rostro. Para Kade, pareció por un segundo que su padre se iba a disculpar con él, pero entonces una sombra oscura pareció caer sobre el hombre. "Prepara nuestro clan para la guerra Kade, llama a los hombres a las armas, notifica a los herreros y anuncia nuestra intención a los clanes vecinos. Al menos en esto sé que serás útil". Hitoshi salió corriendo en una ráfaga de túnicas, dejando a Kade boquiabierta ante la declaración que su padre acababa de hacer.
*
El gohei que adornaba la cuerda de protección alrededor de la piedra golpeó suavemente contra su superficie cuando una ráfaga de viento atravesó el santuario. Fumiko suspiró exasperada. "Es mucho más tarde de la puesta del sol, el santuario está cerrado". Decía al aire pues no veía a nadie, probablemente era otro joven de la aldea más cercana jugando al juego tonto de entrar furtivamente en el santuario trepando a través dell agujero en la roca para probarse ante sus compañeros. Ella se dio la vuelta esperando ver al chico corriendo por las puertas, en cambio un mensajero se paró frente a ella. Él se inclinó cortésmente y le ofreció el pergamino enrollado que llevaba consigo.
"El señor Kade me dio instrucciones para que te traiga esto inmediatamente, Dai ichi miko". Fumiko silenciosamente cogió el rollo fijándose en el nudo intrincadamente atado en la parte superior. Noticias, atadas de esa manera significaban malas noticias.
"Gracias, pueden irse. Si deseo responder a mi hermano, lo haré en persona". El mensajero se inclinó de nuevo antes de alejarse con calma hacia la puerta principal. Fumiko tiró una vez al nudo y sintió que se deshacía, el pergamino contenía las noticias para ella. Cerró los ojos y lo desenrolló respirando profundamente, su hermano no había usado ese nudo en mucho tiempo. Abrió los ojos y leyó sobre la muerte de su hermano y la tarea que le habían encomendado. Después de un rato, Fumiko se recompuso y quemó la carta.
Ella debía recuperar el cuerpo de su hermano, esta no sería la primera vez que tuvo una tarea similar, si no habríá guerra. La guerra cambia todo, incluso ella podría no estar a salvo en la ciudad con las estandartes al viento y la masa de tropas. Ella negó con la cabeza, le debía tanto a Kade ya que él siempre la había cuidado. Suspirando, empaquetó su equipo de viaje y se dirigió hacia los establos más cercanos mirando atrás solamente una vez al santuario, cuyas puertas había sellado y encadenado por primera vez en más de 100 años.
*
Un mes había pasado y el clima no había sido amable con la provincia de Sessho-seki. La nieve cubría el suelo, el aire frente a los lanceros soplaba con fuerza y la niebla empañaba la plaza exterior del castillo. Una gran pira estaba de pie en el centro de la plaza con el cuerpo de Masarus encima. Envuelto en su armadura ceremonial, ardía tan fácilmente como la madera debajo de él.
Hitoshi observó a su hijo y sus planes prenderse fuego; él también miraría arder las aldeas y las ciudades de aquellos que lo habían forzado a quemar a su hijo.
Kade se mantuvo a un lado de su padre, los dos habían hablado solo de asuntos militares desde el día en que se enteraron. Kade apoyaba su mano en la espada en su cinturón, pronto le mostraría a su padre que era algo más que un burócrata, los planes estaban ya en marcha.
Kyoko tenía los ojos fijos en la pira en la que su hijo estaba ardiendo. No le habían dicho nada hasta que el cuerpo de su hijo había regresado, eso dolió casi tanto como su muerte. Ella iría a los confines de la tierra y hablaría con los demonios si pudieran devolver a Masaru.
Hisao estaba en silencio, Umeko justo detrás de él. Su hermano siempre había sido un orgulloso de todos modos. O al menos eso es lo que dijo Umeko, él mismo no recordaba demasiado. Umeko puso su mano en el hombro de Hisao, tal vez esto era lo mejor, ahora Hisao podría probarse como un hombre en el campo de batalla.
Fumiko observó cómo el fuego que había puesto consumió los restos de sus hermanos en el mundo y rezó fervientemente para que este fuera el último de sus hermanos que debía quemar.
Un recipiente roto
continuará...