La guerra ha llegado, y va a ser una guerra como no se ha visto nunca. Y los monjes del Monasterio de Shirouma deberán estar a la altura.
Acto 1 Natsuki.
Natsuki vivía con su maestro en una cabaña en el bosque, cerca del pueblo de Sawara, en la provincia de Amai. Natsuki no solía bajar al pueblo de Sawara más de una vez al mes. Tal sólo cuando era imprescindible, ya que ella y su maestro llevaban una vida sencilla. Sin embargo los aldeanos sí subían de cuando en cuando a buscar consejo del anciano maestro del bosque.
Esa noche, Natsuki se acercó al arroyo para lavarse como todas las noches. Se quitó la ropa a pesar del frescor nocturno, estaba acostumbrada. Además, le encantaba el agua fría del arroyo, como sus rápidas aguas acariciaban su piel y se llevaban la suciedad acumulada. Tras el baño solía sentarse en el lecho de roca a meditar, pero esa noche vio algo que le llamó la atención. Había un bulto oscuro cerca de unos árboles. sigilosamente salió del agua y se vistió. Al acercarse, comprobó que era un campesino del pueblo, no sabía su nombre, sólo lo conocía de vista. Aguzó el oído y le pareció escuchar ruidos procedentes del pueblo.
Comenzó a caminar en dirección a los sonidos, y a medida que fue acercándose los identificó inequívocamente como de lucha. Sin perder un segundo comenzó a correr, desenvainó la katana y comenzó a recitar uno de los mantras que le había enseñado su maestro.
Cuando llegó al pueblo se encontró algo impensable, un mal capaz de aquello no podía existir.¿O sí? Que los muertos se alzaran era horrible, pero que asesinaran sin piedad no tenía igual. Los muertos perseguían y mataban cualquier cosa con vida. Natsuki, sin perder su temple y recitando el mantra cargó contra las horribles criaturas haciéndolas pedazos a su paso. esas viles parodias de seres no podían igualar su destreza.
Sus pasos la dirigieron hacia la plaza del pueblo, y allí se quedó estupefacta cuando vio a su maestro luchando con un samurai esquelético. Sin perder un segundo más se unió a su maestro y juntos acabaron con el señor no muerto y su horda. Jadeantes y sudorosos a pesar del frío, contemplaron como los aldeanos que no habían huido salían a agradecerles su ayuda y se disponían a atender a los heridos o llorar a sus familiares.
El maestro Sasuke, pues así se llamaba el anciano, se giró hacia si discípula y le indicó con señas que ayudara a los aldeanos, él en cambio se encaminó hacia el bosque, de donde volvió al poco tiempo con ciertas plantas curativas con las que hacer ungüentos y curar heridas, aunque no servirían para todas, las heridas de la mente no se curaban tan fácilmente.
Por la mañana se encaminaron hacia el Monasterio del Monte Shirouma, el abad Makoto Seita debía ser informado lo antes posible. Eran 2 días de camino, quién sabe si encontrarían mas abominaciones no muertas, como si el mundo no tuviera bastante con la guerra y la desaparición del Emperador.
